domingo, 2 de noviembre de 2008

XXXI DOMINGO ORDINARIO. CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS


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Evangelio según San Mateo .Mt 25,31-46.

Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso.Todas las naciones serán reunidas en su presencia, y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo,porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron;desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver'.Los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?'.Y el Rey les responderá: 'Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo'.Luego dirá a los de su izquierda: 'Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles,porque tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber;estaba de paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me visitaron'.Estos, a su vez, le preguntarán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?'.Y él les responderá: 'Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo'.Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna". Palabra del Señor.


COMENTARIO,





Este día es dedicado a reflexionar a cerca de una realidad fundamental en el ser humano. La muerte.
Es curioso como la mentalidad de nuestro mundo pretende evadir esta parte tan importante dentro del proceso de la vida. Todo lo que huela a debilidad, fragilidad, caducidad, enfermedad, vejez, muerte, hay una clara tendencia a ocultar, evadir, maquillar, desvirtuar o disfrazar. No nos gusta pensar en la muerte y sin embargo, el no pensar en ella no nos libra de ella, el disfrazarla o esconderla no nos evita el que todos tarde o temprano tengamos que enfrentarnos con ella de forma personal, en la familia o con respecto a una persona amada. Y lo que si ocasiona esta evasión, es una falta de preparación para poder enfrentarla y verla como algo natural.

El dolor no está en el hecho, sino en la forma en que interpretamos ese hecho. El experimentar un sentimiento de pérdida y abandono, hace que el acontecimiento se torne doloroso. Un dolor que lejos de redimirnos y hacernos más humanos nos limita y crea en nosotros culpabilidad y enojo.

Llama la atención la forma en que las diferentes culturas asumen la muerte, pues no en todos los pueblos se le afrenta de la misma forma, juega un papel importante la relación que se tiene con la muerte y la fe del pueblo, recordemos lo que profesamos: “creo en la vida eterna, creo en la resurrección de los muertos” pero del dicho al hecho hay mucho trecho. Aunque es cierto que el dolor es inevitable, porque también el dolor tiene una función, la de preservarnos y protegernos del peligro y así cuidar de nuestra vida, pero el dolor tiene que trascender a una aceptación y a un agradecimiento profundo ante el Dios de la vida que nos ha dado tantas posibilidades, que nos ha dado la oportunidad de estar aquí. Que nos ha dado un lugar y un espacio dentro de este maravilloso universo. Y es ahí donde la fe juega un importante papel. El tiempo hace que envejezcamos, que enfermemos, que nuestro cuerpo se deteriore, pero el tiempo no es el factor definitivo en la vida del ser humano, pues el tiempo se mide como principio y fin, sin embargo al pasar por este mundo, entramos en la dinámica de la eternidad, donde el hombre deja de someterse a proceso alguno y entra definitivamente al tiempo de Dios, que no tiene ni principio ni final. A esto se le llama eternidad.

Tiene que ver, sin duda, la manera en que nos relacionamos con las cosas de este mundo y con la manera de vivir, como asumimos la muerte. Es por eso que me interesa compartir esta anécdota sencilla que nos invita a actuar con naturalidad y gratitud cuando llegue el fin de una cosa, de una etapa o de un ser querido en esta vida:


Una mujer pobre en la India, se dirigía presurosa a su trabajo, cuando una de sus sandalias se atrofió. Se dispuso a componerla de nuevo, pues ya lo había hecho en muchas ocasiones, pero se dio cuenta de algo inevitable, la sandalia ya no tenía compostura, había dado lo que tenía que dar. La mujer se quitó la otra sandalia y puso las dos juntitas a un lado del camino y luego hizo una reverencia ante ellas y una oración de gratitud, diciendo: “gracias por los días que me sirvieron” y luego con naturalidad, descalza, prosiguió su camino.

Aquí cabe la pregunta: ¿Cómo reacciono yo ante esta situación? Me deprimo, me pongo triste, angustiado. o simplemente lo veo como algo natural. Y agradezco el tiempo que lo pude disfrutar o el tiempo que me sirvió.

Así como tratamos a las cosas, así como evitamos el final y no sabemos llegar hasta el final de las cosas y perseverar hasta el final, también nos sucede con respecto a nosotros mismos y con respecto a los demás. Mucho antes de que un par de zapatos den señales de su final, ya tenemos otros dos pares y evitamos quedarnos descalzos a media calle, por vergüenza o por lo que sea, evitamos a costa de lo que sea el final.

Sin embargo cuando actuamos así con respecto a nuestra vida y la vida de los demás. Al llegar al final, lo inevitable, lo que tiene que suceder, no como objetos que se usan y tiran porque para Dios no somos desechables, la vida se transforma, no se agota. La gratitud juega un papel importante al final de nuestras vidas. Si hemos de ser agradecidos con Dios por el pan, el vestido, las cosas que nos da, cuan grande debe de ser nuestro agradecimiento por las personas que ha permitido que coincidan con nosotros en esta vida, en este tiempo y en este espacio y agradecidos por la vida que se ha dignado regalarnos, porque la vida que tenemos se desprende de la misma vida de Dios, que comparte su ser con cada uno de nosotros. Gratitud que se debe de manifestar en el compartir con el que no tiene lo suficiente para vivir dignamente. Porque son los pobres, los que representan a Jesús aquí en la tierra y en el cielo nos han de juzgar. “Cuando lo hiciste o no lo hiciste con uno de estos, lo hiciste o no lo hiciste conmigo” dice Jesús. Despojémonos de nuestros huaraches viejos, agradezcamos a Dios lo que nos ha permitido vivir y hagamos que cada día, sea un día especial que nos permita vivir con misericordia, confianza y esperanza. Y aceptemos la vida nueva que el Señor nos ofrece, pero recordemos que para recibir hay que soltar lo que tenemos agarrado. Y confiemos en la vida nueva que el Dios de la vida le da a los que Él llama.













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