domingo, 9 de noviembre de 2008

FIESTA DE LA DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN.


primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 3, 9c-11. 16-17
Hermanos:
Ustedes son la casa que Dios edifica. Conforme al don que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, coloqué el cimiento, otro levanta el edificio. Mire cada uno cómo construye. Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo. ¿No sabéis que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: ese templo son ustedes. Palabra de Dios


Evangelio:
Lectura del santo evangelio según san Juan 2, 13-22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»
Jesús contestó:
-«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»
Los judíos replicaron:
-«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo habla dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Palabra del Señor.
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Una anécdota de Napoleón Bonaparte y un soldado raso. En cierta ocasión el Emperador Napoleón I se encontraba delante de un grupo de soldados, cuando repentinamente su caballo se desbocó; entonces un soldado raso se lanzó hacia el caballo, y, sujetando el freno, pudo pronto detenerlo. Se dice que Napoleón saludó al soldado raso y le dijo: “Gracias, mi capitán”. El soldado se sorprendió al oír a Napoleón decirle “capitán”, pues él era un simple soldado raso, pero inmediatamente pensó que se encontraba delante de Napoleón, y que si él quería, podía hacerlo capitán. Así que, saludó a su Emperador y le preguntó: “¿De qué regimiento, mi Emperador?” El emperador le contestó: “De mi guardia personal.” Aquel soldado raso se presentó como capitán ante el jefe de la guardia personal de Napoleón; el oficial, viéndolo con uniforme de soldado raso, le preguntó: “¿Capitán, por órdenes de quién”? — “Por órdenes de mi Emperador, Napoleón I.” En ese momento dejó de ser soldado raso y llegó a ser capitán de la guardia personal de Napoleón, gracias a que tuvo confianza y creyó firmemente en la palabra de su emperador, palabra con autoridad para que eso sucediera. El soldado bien pudo no hacer caso, tomarlo como broma o un cumplido de parte del emperador. Pero lo importante es que lo tomó en serio.
Hoy la palabra de Dios nos dice que somos templos donde mora Dios. y nosotros tristemente no le creemos. Pues no tratamos nuestras personas como templos vivos de Dios, sino que los profanamos, tratándolos como cualquier antro de mala muerte. Vaya profanación! Hacemos del templo que Dios creo, una especie de tianguis donde se vende y se compra a bajo costo lo que creemos que es la felicidad. Jesús se muestra lleno de ira, haciendo un látigo de cordeles y echando fuera del templo toda corrupción, porque Él reclama lo que le pertenece, Él es el manantial de agua viva que sanea todo lugar contaminado y hemos de decirle al Maestro, pasa por mi vida, sáname, hecha de este tu templo vivo que soy yo, todo lo que estorba para que Dios se haga presente. No puedo dejar que Dios que mora en mí, esté entre la basura que he acumulado en el camino. Jesús habla con autoridad, el tiene el poder para reconstruirnos después de la destrucción que provoca el pecado en nuestra edificación personal.

El templo de Jerusalén, en ese tiempo abarcaba aproximadamente 1500 metros, un lugar bastante amplio para aprovechar cualquier rincón para las vendimias, los negocios de los hombres que hacían el acceso a Dios cada vez más caro, pues los más pobres sólo podían ofrecer un par de pichones. Sin duda Jesús se daba cuenta de cómo aquella gente negociaba con las cosas de su Padre, donde se hacía creer que cuanto más grande y caro fuese el animal que se ofreciera en sacrificio, Dios estaría más contento. Él había tenido esa experiencia desde muy pequeño y desde entonces mostraba una amor especial por ese lugar de encuentro, donde iba en repetidas ocasiones y participaba en peregrinaciones en los días de fiesta. prefería quedarse ahí que volver con sus padres a Nazareth. El Templo es importante porque es el espacio, el lugar donde Dios se encuentra con su Pueblo. Es cierto que un espacio tan pequeño no puede agotar la grandeza de Dios, pero necesitamos del vaso para saborear el agua fresca que brota del manantial. Así el Templo es un espacio que hemos de cuidar, proteger, tener limpio y agradable, porque es la casa del Pueblo de Dios y de Dios mismo, lugar de encuentro, procuremos siempre ir con alegría. No esperemos que nos lleven por delante para poder acercarnos, pues a menudo ponemos pretextos para no ir, el frío, el calor, las actitudes de la gente que ahí van, los niños que corren, el sonido que no funciona bien. Recodemos que el formar parte del pueblo de Dios es aceptación de unos y otros, es disponibilidad para ser piedra edificante, es sentirme parte de esta gran construcción y por lo tanto responsable para que todo marche bien. Es importante mantener el Templo digno, pero es todavía un millón de veces y se me hace poco, la dignidad, el respeto y el amor al templo que camina por la calle, al templo que como en la cueva de Belén, entre pajas y animales, se arrulla Jesús, el templo que está en una cama, porque está enfermo, el templo, que para nosotros es menos que una capillita de carretera, pero que para Dios es una hermosa catedral donde Él habita. que seamos capaces de vernos como templos vivos, de amarnos y respetarnos porque en cada ser humano, Dios tiene su sagrario donde desea ser amado.



P. Raúl

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