sábado, 26 de abril de 2008

VI DOMINGO DE PASCUA.


Evangelio

Juan 14, 15-21.
Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos, y yo rogaré al Padre y les dará otro Protector que permanecerá siempre con ustedes, el Espíritu de Verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Pero ustedes lo conocen, porque está con ustedes y permanecerá en ustedes.
No los dejaré huérfanos, sino que volveré a ustedes. Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes me verán, porque yo vivo y ustedes también vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes están en mí y yo en ustedes.
El que guarda mis mandamientos después de recibirlos, ése es el que me ama. El que me ama a mí será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él.»

EL ESPIRITU SANTO ES EL AMOR DEL PADRE Y DEL HIJO. Y QUE EN NOSOTROS ACTÚA Y NOS HACE ENTRAR EN COMUNIÓN CON DIOS Y CON LOS DEMÁS.




Rita Hayworth visitó en una ocasión uno de los hogares para leprosos que la Madre Teresa de Calcuta había construido para atenderlos. Mientras paseaban por las distintas salas donde se encontraban aquellos pobres enfermos devorados por la lepra, la famosa actriz no pudo reprimir un gesto de horror hacia tanta miseria. Y dirigiéndose a la Madre Teresa, comentó: "Esta labor que hacen usted y las hermanas no tiene precio. Yo no lo haría ni por un millón de dólares". A lo que la Madre Teresa se limitó a responder: "Nosotras, tampoco".



Que diferencia tan grande se encuentra en una persona que se deja mover por el Espíritu Santo y aquella que se apoya en sus propias fuerzas. El que deja que el Espíritu Santo lo mueva, su corazón se conmueve estremecido por el amor de Dios que ansía derramarse y llenar de su fragancia los corazones marchitados por el olvido, no de Dios sino de los hombres.

En cambio, para aquel que busca apoyarse en sus propias fuerzas, le es insoportable e incluso imposible, vivir cualquier valor evangélico. porque sus fuerzas no alcanzan para ir más allá de él. no puede consigo mismo, no puede mantenerse en un proyecto, perseverar en un estado de vida, desprenderse de un objeto o desapegarse de una relación dañina, mucho menos servir de apoyo a aquél que necesita levantarse.


Jesús nos promete esa fuerza, que nos hará despegar y contemplar nuevos horizontes, esa fuerza que moverá nuestra voluntad tan sometida a los mismos vicios de siempre, que nos lleva a los mismos vacíos de siempre.


Jesús nos promete seguir con nosotros, nos regala su amor, su amistad. El quiere y desea quedarse, porque el que ama disfruta estar y permanecer para siempre. Dios nos ama para siempre y quiere estar en nosotros, quedarse no sólo un instante sino toda la eternidad.

Su presencia y permanencia es posible gracias a su Espíritu. es el mismo Espíritu que une y comunica al Padre con el Hijo, el mismo que nos une a Dios y nos une como hermanos. dejemos que ese Espíritu actúe en nosotros, mueva nuestros corazones para que seamos capaces de realizar grandes cosas, esas cosas que ni siquiera con un millón de dolares se pueden comprar.


Esperemos y pidamos ese don del Espíritu Santo. el que puede cambiarnos incluso en aquello que consideramos que ya no podemos. El mismo que resucitó a Jesús el cual si mora en nosotros nos hará salir de nuestros propios sepulcros y ascender hacia la morada de Dios.



P. RAÚL






domingo, 20 de abril de 2008

DOMINGO V PASCUA. 20 DE ABRIL DE 2008. YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA. DICE JESÚS


Texto del Evangelio (Jn 14,1-12):
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino».
Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre; desde ahora lo conocéis y lo habéis visto».
Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Le dice Jesús: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: ‘Muéstranos al Padre’? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Las palabras que os digo, no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras. En verdad, en verdad os digo: el que crea en mí, hará él también las obras que yo hago, y hará mayores aún, porque yo voy al Padre».

SÓLO EN CRISTO VALE LA PENA CONSTRUIR NUESTRAS VIDAS


Cuentan que estando muy reciente la revolución francesa, Reveillére Lépaux, uno de los jefes de la república, que había asistido al saqueo de iglesias y a la matanza de sacerdotes, se dijo a sí mismo: “ha llegado la hora de remplazar a Cristo, voy a fundar mi propia iglesia basada en el progreso”, sucedió que inventó su doctrina y convocó a sus feligreses, pero aquella doctrina no prosperó, así que muy dolido llegó con Napoleón Bonaparte a compartirle que como era posible, su religión tan bonita, no prosperaba. A lo que Napoleón respondió: ciudadano, colega mío. Si has decidido competir con Jesucristo, tendrás que morir el vienes y resucitar el domingo.

Jesús, es el único que nos ha mostrado el camino. Nadie ni nada nos conducirá al Padre sino Él. Ni nuestras buenas obras por sí solas, ni nuestros grandes rezos, por si solos, ni nuestras muy buenas actitudes, si no estamos en comunión con Él. El se hizo Camino, para que siguiendo sus huellas no nos perdiéramos, hemos de volver a Él constantemente, Él es nuestra única señal en el camino, Él es nuestra meta y nuestro destino. Tantas veces como nos perdamos tomando otros caminos, hemos de retornar hacia él, cada día hemos de mirarnos en él. Para caminar con confianza en esta vida.
El es la única Verdad que nos hace libres. Cuántas veces, recurrimos a la mentira para salir supuestamente de una situación comprometedora, y más nos enrollamos en esa mentira, y la vamos cargando, y se nos hace difícil e insoportable la vida. Porque la mentira se hace cada vez más grande como una bola de nieve que va rodando. La verdad nos libera, cuando hablamos con la verdad dejamos de sentirnos prisioneros. Jesús es la vida, vida abundante, que nos comunica para no morir, en Él tenemos vida plena. El es nuestra salud, el médico que nos cura, el que nos engendra en la vida del Padre y nos hace ver la luz de su presencia.

Sólo pues en Cristo podemos edificar nuestra vida. El matrimonio, la familia, la comunidad, en la medida que tengan a Cristo como fundamento, en esa medida tendrá consistencia. Nuestra Iglesia permanece, porque Cristo está en ella. Quiere decir que nuestra comunidad no se destruye por nuestros pecados y limitaciones, sino por la ausencia de Dios en ella. Una comunidad que se predica a sí misma, de sus muchas obras, buenas intenciones y hermosas oraciones, y que cree que por sus propios méritos logra todo, es una comunidad inconsistente, porque se apoya en sus propias fuerzas y no en Jesús que es la roca angular. Por eso sólo en Cristo podremos construir nuestras relaciones como familia, como comunidad. Que en el encontremos acogida y juntos construyamos su reino de amor de justicia y de paz, porque estamos llamados cada quien a ser una piedra viva de esta gran construcción que Jesús ha iniciado y quiere completar con nosotros.