
Rita Hayworth visitó en una ocasión uno de los hogares para leprosos que la Madre Teresa de Calcuta había construido para atenderlos. Mientras paseaban por las distintas salas donde se encontraban aquellos pobres enfermos devorados por la lepra, la famosa actriz no pudo reprimir un gesto de horror hacia tanta miseria. Y dirigiéndose a la Madre Teresa, comentó: "Esta labor que hacen usted y las hermanas no tiene precio. Yo no lo haría ni por un millón de dólares". A lo que la Madre Teresa se limitó a responder: "Nosotras, tampoco".
Que diferencia tan grande se encuentra en una persona que se deja mover por el Espíritu Santo y aquella que se apoya en sus propias fuerzas. El que deja que el Espíritu Santo lo mueva, su corazón se conmueve estremecido por el amor de Dios que ansía derramarse y llenar de su fragancia los corazones marchitados por el olvido, no de Dios sino de los hombres.
En cambio, para aquel que busca apoyarse en sus propias fuerzas, le es insoportable e incluso imposible, vivir cualquier valor evangélico. porque sus fuerzas no alcanzan para ir más allá de él. no puede consigo mismo, no puede mantenerse en un proyecto, perseverar en un estado de vida, desprenderse de un objeto o desapegarse de una relación dañina, mucho menos servir de apoyo a aquél que necesita levantarse.
Jesús nos promete esa fuerza, que nos hará despegar y contemplar nuevos horizontes, esa fuerza que moverá nuestra voluntad tan sometida a los mismos vicios de siempre, que nos lleva a los mismos vacíos de siempre.
Jesús nos promete seguir con nosotros, nos regala su amor, su amistad. El quiere y desea quedarse, porque el que ama disfruta estar y permanecer para siempre. Dios nos ama para siempre y quiere estar en nosotros, quedarse no sólo un instante sino toda la eternidad.
Su presencia y permanencia es posible gracias a su Espíritu. es el mismo Espíritu que une y comunica al Padre con el Hijo, el mismo que nos une a Dios y nos une como hermanos. dejemos que ese Espíritu actúe en nosotros, mueva nuestros corazones para que seamos capaces de realizar grandes cosas, esas cosas que ni siquiera con un millón de dolares se pueden comprar.
Esperemos y pidamos ese don del Espíritu Santo. el que puede cambiarnos incluso en aquello que consideramos que ya no podemos. El mismo que resucitó a Jesús el cual si mora en nosotros nos hará salir de nuestros propios sepulcros y ascender hacia la morada de Dios.
P. RAÚL
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