domingo, 20 de abril de 2008

SÓLO EN CRISTO VALE LA PENA CONSTRUIR NUESTRAS VIDAS


Cuentan que estando muy reciente la revolución francesa, Reveillére Lépaux, uno de los jefes de la república, que había asistido al saqueo de iglesias y a la matanza de sacerdotes, se dijo a sí mismo: “ha llegado la hora de remplazar a Cristo, voy a fundar mi propia iglesia basada en el progreso”, sucedió que inventó su doctrina y convocó a sus feligreses, pero aquella doctrina no prosperó, así que muy dolido llegó con Napoleón Bonaparte a compartirle que como era posible, su religión tan bonita, no prosperaba. A lo que Napoleón respondió: ciudadano, colega mío. Si has decidido competir con Jesucristo, tendrás que morir el vienes y resucitar el domingo.

Jesús, es el único que nos ha mostrado el camino. Nadie ni nada nos conducirá al Padre sino Él. Ni nuestras buenas obras por sí solas, ni nuestros grandes rezos, por si solos, ni nuestras muy buenas actitudes, si no estamos en comunión con Él. El se hizo Camino, para que siguiendo sus huellas no nos perdiéramos, hemos de volver a Él constantemente, Él es nuestra única señal en el camino, Él es nuestra meta y nuestro destino. Tantas veces como nos perdamos tomando otros caminos, hemos de retornar hacia él, cada día hemos de mirarnos en él. Para caminar con confianza en esta vida.
El es la única Verdad que nos hace libres. Cuántas veces, recurrimos a la mentira para salir supuestamente de una situación comprometedora, y más nos enrollamos en esa mentira, y la vamos cargando, y se nos hace difícil e insoportable la vida. Porque la mentira se hace cada vez más grande como una bola de nieve que va rodando. La verdad nos libera, cuando hablamos con la verdad dejamos de sentirnos prisioneros. Jesús es la vida, vida abundante, que nos comunica para no morir, en Él tenemos vida plena. El es nuestra salud, el médico que nos cura, el que nos engendra en la vida del Padre y nos hace ver la luz de su presencia.

Sólo pues en Cristo podemos edificar nuestra vida. El matrimonio, la familia, la comunidad, en la medida que tengan a Cristo como fundamento, en esa medida tendrá consistencia. Nuestra Iglesia permanece, porque Cristo está en ella. Quiere decir que nuestra comunidad no se destruye por nuestros pecados y limitaciones, sino por la ausencia de Dios en ella. Una comunidad que se predica a sí misma, de sus muchas obras, buenas intenciones y hermosas oraciones, y que cree que por sus propios méritos logra todo, es una comunidad inconsistente, porque se apoya en sus propias fuerzas y no en Jesús que es la roca angular. Por eso sólo en Cristo podremos construir nuestras relaciones como familia, como comunidad. Que en el encontremos acogida y juntos construyamos su reino de amor de justicia y de paz, porque estamos llamados cada quien a ser una piedra viva de esta gran construcción que Jesús ha iniciado y quiere completar con nosotros.

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