sábado, 11 de octubre de 2008

DOMINGO XXVIII DEL TIEMPO ORDINARIO. LAS BODAS DEL HIJO DEL REY

+ EVANGELIO
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 22,1-14
En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: "El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: "Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda." Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda." Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes." Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos."] PALABRA DEL SEÑOR.


ATENTA INVITACIÓN. (REFLEXIÓN)


El humorista Jaume Perich dice: “si la autopsia nos explica de que se ha muerto una persona, habría de inventarse la vivosia. Que nos explicara de qué vive mucha gente”.
Nos quedaríamos sorprendidos si pudiéramos contemplar el interior de muchas personas y observar de qué viven.
Hay personas que alimentan su existencia, haciendo un menú de la semana, donde lo primero es la oración, la Eucaristía diaria o semanal, la visita a un enfermo, una obra de caridad, atender su alma haciendo una limpieza profunda a través de una buena confesión. Pero hay otras que están vanas por dentro, que ayunan de Dios y se hartan del mundo. Hay unas que comparten, hay otras que envidian, unas generosas y otras egoístas. El Señor Jesús, hoy nos hace una invitación. Con una hermosa presentación personalizada. Cada uno tendrá que interpretar la magnitud de tal celebración, cada uno es invitado a degustar los suculentos platillos, los manjares sustanciosos y los vinos refinados. Cada uno somos llamados a saciarnos de la mesa preparada por el mismo Señor. Que ha elegido lo mejor para nosotros, no nos da lo que le sobra, sino que nos invita a una mesa especialmente arreglada con amor y esmero, donde no falta el buen gusto y los hermosos arreglos.
Esta invitación amerita ser atendida, correspondida no por puro cumplimiento sino con la alegría de sentirnos partícipes de este gran acontecimiento, nada menos que las bodas del Hijo del Rey. Convendría hacernos estas preguntas: ¿cómo me preparo para esta fiesta?, ¿me entusiasmo y asisto con alegría o voy sólo por cumplir un precepto? ¿Cómo me voy a presentar, digna o despilfarradamente?
Es claro el nexo que tiene esta parábola al banquete de la Eucaristía que anticipa el día final como una gran fiesta de las bodas del Cordero donde se nos ha preparado un lugar con un ambiente de fiesta. Cuántas veces el Señor nos prepara la mesa, y se nos sirve a sí mismo como alimento y cuantas veces nos distraemos con superficialidades y ponemos de pretexto el trabajo, la familia, el cansancio, la escuela, las visitas. Y dejamos la mesa servida. Una madre de familia podrá comprender el sentimiento del Padre, que lo ha preparado todo con amor y que el invitado no se presenta. Cuando ella misma ha preparado la cena en una fecha especial y no llega su marido y tampoco sus hijos y después llegan ante ella con disculpas vacías.
La fiesta se tiene que realizar esté quién esté. La invitación se hace extensa. A la hora de la fiesta llegan buenos y malos, pobres y ricos, de todas las razas y culturas. Y todos participan fraternalmente del gran banquete. Sin embargo, no falta el “colado” que se distingue por su inadecuada presentación, indignante ante tal acontecimiento. Ir vestido de gala a las bodas del hijo del Rey, significa un cambio de actitud, significa revestirse del hombre nuevo y despojarse de la vieja vestidura, empolvada y roída por el desamor, la injusticia y el desorden. "Se han desvestido del hombre viejo con sus acciones y se han vestido del nuevo, que se renueva a imagen de su Creador" (Col 3,9-10). No es correcto participar de la Eucaristía y al mismo tiempo ser siervo del mal, no es correcto comulgar a Cristo y rechazar al hermano, como tampoco es coherente danzar al son de Dios y desentonar en el ritmo de las relaciones humanas, en la familia, el matrimonio, el trabajo y la sociedad.
Un discípulo preguntaba a su Maestro: ¨¿porqué nos cuentas parábolas y nunca nos dices el significado?. El Maestro replicó: “por el mismo motivo que si alguien te da una fruta no te la da masticado” a cada uno se nos ha dado la Palabra de Dios. Cada uno ha de masticarla, saborearla, digerirla. Cada uno somos invitados a la Mesa del Señor, y el Padre no puede comer por el hijo ni la esposa por el esposo. Cada uno ha de saber acercarse y saber saciar su hambre de Dios. Así como los padres enseñan a sus hijos a tomar los cubiertos y saber sentarse a la mesa y comportarse durante la comida, han de enseñar a sus hijos a acercarse al Pan de Vida. A saber recibirlo, a agradecer este don maravilloso y saber comportarse en esta fiesta, donde la alegría no está peleada con los buenos modales, porque recuerda que del plato a la boca, se cae la sopa.




P.RAÚL















No hay comentarios: