sábado, 10 de enero de 2009

EL BAUTISMO DEL SEÑOR.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 7-11
En aquel tiempo proclamaba Juan:
Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero el los bautizará con el Espíritu Santo.
Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: Tú eres mi hijo amado, mi predilecto.
Palabra del Señor





COMENTARIO

Un joven que fue criado como ateo, estaba entrenando para competir en salto ornamental a nivel olímpico. La única influencia religiosa que recibió en su vida, le llegó a través de un amigo que asistía a un grupo parroquial de jóvenes. El deportista no prestaba mucha atención a su amigo. Fue una noche antes de la competencia cuando su vida cambió totalmente, se encontraba muy nervioso y no podía dormir, así que decidió ir a la alberca del hotel donde estaba hospedado. Las luces estaban todas apagadas, pero como la noche estaba clara. La luna brillaba, había suficiente luz para practicar. El joven se subió al trampolín más alto y cuando volvió la espalda a la piscina al filo de la rampa y extendió sus brazos, vio su propia sombra en la pared, de un edificio que se encontraba al frente. La sombra de su cuerpo tenía la forma exacta de una cruz. En ese instante en lugar de saltar, sin saber por qué, se arrodilló y finalmente le pidió a Dios que entrara en su vida. Mientras el joven permanecía quieto, el personal de mantenimiento ingresó y encendió las luces..., Habían vaciado la piscina para hacer limpieza.
Por nuestro Bautismo, estamos llamados no solo a ser una sombra de la cruz de Jesús, sino a ser cada uno de nosotros otro Cristo, reproducir su imagen, para ser con Él y en Él, los hijos muy amados del Padre. El Bautismo es nacimiento a la vida eterna. La piscina llena de agua es salvación, para los que se sumergen en ella, es llenarse de la vida de Dios, caminar en este mundo sin la gracia de este Sacramento, es como aventarse a una piscina vacía. Por muy expertos nadadores que seamos, de que nos sirve, si no contamos con el agua viva, es por eso que sin el Bautismo no podemos sumergirnos plenamente a la vida de Dios, no podemos tener parte con Él, no podemos recibir sus dones y bendiciones, porque el Bautismo nos convierte en receptores de la gracia y del amor de Dios.
Vivir como bautizados, con la conciencia de que somos hijos de Dios, es fundamental para el cristiano, en ningún momento y por ningún motivo hemos de olvidar nuestra condición, nuestra dignidad y compromiso que adquirimos en el momento de nuestro Bautismo.
Hoy recordamos el bautismo de Jesús en el río Jordán y también hemos de recordar nuestro propio bautismo, porque como cuando Jesús fue bautizado, se abrieron los cielos, también esos cielos se abren para nosotros en el momento de nuestro bautismo, es un nacimiento a la vida eterna, para no morir jamás, esos cielos se abren para mostrarnos cuál será nuestra morada definitiva. El Bautismo es puerta, es camino que inicia, es nacimiento, aceptación y apertura a Dios, es luz, gracia y vida, significados en el Sacramento, con la recepción, la vela y la vestidura blanca, pero sobretodo con el agua que es derramada para significar la muerte al pecado y la Vida nueva en el Espíritu de Dios. Todo bautizado tiene una semilla, la semilla de la fe, del amor y de la esperanza, que crecerá, y fructificará, en la medida que sepa caminar en su vida con Dios, la semilla de la salvación que ha de cuidar y compartir para que abunde y crezca, todo bautizado tiene una llama, la llama de la fe que ha de cuidar y saber comunicar a los demás para que esa luz vaya iluminando a otros. La misión de Jesús es la salvación para todos y también es su voluntad, que a todos llegue Su Reino de paz, de amor y de justicia. Por eso cada bautizado está llamado a comunicar lo mismo que comunica Jesús, a ofrecer el don de la salvación, como lo ofrece Jesús y a ofrecerse a sí mismo, como se ofrece Jesús.

P. Raúl

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