sábado, 17 de enero de 2009

DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO.

PRIMERA LECTURAHabla, Señor, que tu siervo te escucha Lectura del primer libro de Samuel 3, 3b-10. 19
En aquellos días, Samuel estaba acostado en el templo del Señor, donde estaba el arca de Dios. El Señor llamó a Samuel, y él respondió: - «Aquí estoy.» Fue corriendo a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: - «No te he llamado; vuelve a acostarte.» Samuel volvió a acostarse. Volvió a llamar el Señor a Samuel. Él se levantó y fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Respondió Elí: - «No te he llamado, hijo mío; vuelve a acostarte.» Aún no conocía Samuel al Señor, pues no le había sido revelada la palabra del Señor. Por tercera vez llamó el Señor a Samuel, y él se fue a donde estaba Elí y le dijo: - «Aquí estoy; vengo porque me has llamado.» Elí comprendió que era el Señor quien llamaba al muchacho, y dijo a Samuel: - «Anda, acuéstate; y si te llama alguien, responde: "Habla, Señor, que tu siervo te escucha." » Samuel fue y se acostó en su sitio. El Señor se presentó y le llamó como antes: - «¡Samuel, Samuel!» Él respondió: - «Habla, que tu siervo te escucha.» Samuel crecía, y el Señor estaba con él; ninguna de sus pa-labras dejó de cumplirse. Palabra de Dios.

EVANGELIOVieron dónde vivía y se quedaron con élLectura del santo evangelio según san Juan 1, 35-42
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: _ «Éste es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: - «¿Qué buscáis?» Ellos le contestaron: - «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Él les dijo: - «Venid y lo veréis.» Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: - «Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).» Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).» Palabra del Señor. COMENTARIO.

Un joven que había asistido a una reunión al grupo de jóvenes de su comunidad, habían tratado un tema vocacional sobre saber escuchar y obedecer la voz del Señor, meditando la lectura del llamado que Dios le hizo a Samuel, se preguntaba a sí mismo: ¿Dios hablará también en la actualidad, me hablará también a mí?. Después de la reunión, que se había prolongado hasta muy tarde y en esa noche fría, se fue caminando y meditando a cerca de la posibilidad de que Dios le hablara y como reconocer su llamado. Caminando, por las frías calles de la ciudad, de pronto sintió un impulso, cuando pasaba justamente frente a una tienda de abarrotes, experimentó un deseo de comprar algo, pero siguió caminando y pensando, “no tengo hambre, sin embargo siento un deseo enorme de comprar un galón de leche… ¿acaso eres tú Señor que me estás hablando?” y siguió de largo pensando que era una tontería… no obstante sintió nuevamente un impulso de regresarse y lo hizo. Y respondía: “Señor. ¿Pero para que quiero yo un galón de leche? Bueno, creo que si es tu voluntad de que yo lo compre, lo haré, no es para mí un problema obedecerte en algo tan sencillo. Entró a la tienda y compró la leche, salió y siguió caminando rumbo a su casa. Le faltaban unas cuantas cuadras para llegar y sintió nuevamente un impulso de irse por otra calle que no estaba acostumbrado transitar, y volvió a preguntar: ¿acaso eres tú Señor? Y al mismo tiempo se decía: “esto es una locura” recordó nuevamente el pasaje de la vocación de Samuel, cómo este no lo reconocía y necesitó de la ayuda del sacerdote Elí. Se encomendó a María en ese momento, pues sabía que ella había sido también llamada por Dios y le supo responder. Siguió por el camino que ya estaba acostumbrado a transitar, luego vio más delante como unos policías aprehendían a unos delincuentes e instintivamente se echó para atrás y tomó esa calle, la que en su interior le decía que tomara. Siguió caminando y reflexionando, ya cada vez más convencido de que el Señor lo traía por ese rumbo. Iba pasando por una casa, la cual le atrajo profundamente la atención. Era muy sencilla y él mismo se imaginó si viviera ahí. Sintió compasión de los que estaban bajo aquél techo tan desprotegido, aunque no los conocía, podía verse a sí mismo en el lugar de ellos, se conmovió y nuevamente algo lo impulso a ir y tocar y regalarles el galón de leche. un sentimiento contrario también lo acompañaba: ¿y que les voy a decir? ¿Si me juzgan loco o piensan que soy un ladrón? pensó otra vez en aquel pequeño Samuel que era llamado por Dios y elevó una oración diciendo: “si eres tú Señor, habla que tu siervo escucha”. Se llenó de un gran valor y fue decidido a tocar la puerta. Escuchó la voz de un hombre que gritó desconfiado: “¿Quién es?” abrió la puerta y le preguntó: “¿Qué se le ofrece? Era un hombre con rasgos indígenas, su semblante frío y tosco. El muchacho sentía las ganas de salir corriendo. Pero espontáneamente, sacó el galón de leche y se lo dio: “esto es para usted” el señor tomo la leche y se fue hacia el interior de la vivienda, hablando en tarahumara, después vio pasar a una mujer que llevaba un biberón, el hombre la seguía a la cocina cargando a un bebé, dirigiéndose al muchacho, con los ojos llenos de lagrimas le dice: “sabe, estábamos pidiendo a Dios que nos dijera como conseguir un poco de leche para nuestro bebé. Nos hemos quedado sin dinero y sin trabajo. La esposa agregó: “le pedimos que mandara a uno de sus ángeles con un poco de leche. ¿Es usted un ángel?, le preguntó.
El joven sacó unas cuantas monedas que le quedaban y se las dejó, dio media vuelta y se alejo. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Dios le había hablado, se dio cuenta de que Dios sigue hablando, llamando y respondiendo a cada oración. Ahora ese joven, animó a los muchachos del grupo, a una gran tarea, de juntar despensas con las personas generosas de su comunidad y llevarlas a las familias que no tienen posibilidades.
Dios sigue llamando hoy a hombres y mujeres, a muchos desde muy temprana edad y a otros ya no muy jóvenes, pero ciertamente, sigue llamando e invitando personalmente, para continuar con su misión, edificar su reino de amor, de justicia y de paz aquí en la tierra. Estemos atentos a esos impulsos de nuestro corazón a hacer el bien, no nos quedemos solamente con las buenas intenciones. A cada momento él nos estará llamando, agudicemos el oído y el corazón para responderle con prontitud, sin importar las horas del día, sin que nos preocupe el “como”, "el porqué" y “el qué dirán". Para poder exclamar como aquellos discípulos con inmensa alegría: “Hemos encontrado al Mesías”, recordemos que antes de buscarlo y encontrarlo nosotros a Él, Él ya nos ha estado buscando… cada día al despertar respondamos con alegría al llamado que Dios nos hace a la vida diciendo: “habla Señor que tu siervo escucha” seamos fieles servidores de su Reino.
P. Raúl

No hay comentarios: