domingo, 10 de febrero de 2008

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA.


Podemos distinguir diferentes tipos de cristianos de acuerdo al grado de compromiso y de la vivencia de la fe y la conciencia que se tiene de ser hijo de Dios.

Tenemos los cristianos de agua. Son aquellos que están dispersos por todos lados como la hierba, a los que hace mucho tiempo los llevaron a bautizar, y Dios les brindó su paternidad y su Espíritu, pero estos jamás han sabido reconocer a Dios como un auténtico Padre. Se proclaman católicos ante la sociedad, son los que van de vez en cuando a una quinceañera, una boda, llegan corriendo para hacerse presente, aunque sea a media celebración, los vemos en los funerales un tanto incómodos, pero permanecen siempre al margen de Dios, de la oración, de la comunión. Se les puede ver una vez al año con gran devoción tomando ceniza, porque piensan que ese signo por sí mismo les traerá buen augurio… pero hasta ahí. No son capaces de vivir un proceso en la fe, mucho menos someterse al ayuno, a la oración y a las practicas de caridad durante cuarenta días, para experimentar una transformación en sus vidas. Seguramente conocemos a alguno de estos.

También tenemos los cristianos de aire: son como las golondrinas, van y vienen según donde esté el calorcito. Son aquellos que han vivido un retiro, tenido una experiencia fuerte con Dios, que salen de ahí y se sienten los supercristianos que van a salvar al mundo y pasan los días y ven que no sucede nada extraordinario y se van a buscar lo extraordinario por otros rumbos y alo mejor viven algo extraordinario pero vuelven a caer en la rutina y se alejan, después sienten necesidad de Dios, vuelven unos días, para después marcharse nuevamente.

Existen los cristianos de plomo: son los que lo quieren arreglar todo con un Padrenuestro y una cita bíblica, pero se les pide un compromiso y salen corriendo. Se les pide poquito trabajo y hay nos vemos. Son aquellos que ven muriendo a un hermano y solamente se limita a decir: voy a rezar por ti.

Y finalmente los cristianos de hierro, es adonde debemos de tender todos: a no doblegarnos como Jesús. A ser soporte para nosotros mismos y para los demás. Jesús fue como de hierro. En el desierto, el demonio con su poder, no lo hizo sucumbir, la fuerza que lo movió a soportar la cruz. Fue el amor por toda la humanidad.

Hoy podemos darnos cuenta, en este primer domingo de cuaresma cuan importante son los espacios y oportunidades que Dios nos ofrece en nuestras vidas para encontrarnos con nosotros mismos y darnos cuenta que en nuestro interior hay dos lobos luchando, el del bien y el del mal, y que al final ganará al que nosotros alimentemos más. Darnos cuenta de la fuerza de Dios que actúa en nosotros para vencer el mal y la inclinación a lo fácil. Cuando se vence una prueba, después son grandes los frutos. Como el que escala una montaña con gran dificultad, puede al final contemplar un bello paisaje y saborear de haber llegado a la meta, así el Señor mismo, cuando somos capaces de perseverar con él y comprometernos con el hasta el final, él mismo manda a sus ángeles para que nos sirvan y alimenten.

No dejemos abandonado a Jesús en el desierto de la soledad. En el olvido de un sagrario bien adornado. Permanezcamos con él en el tiempo, para gozar de la eternidad con él.

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