viernes, 26 de octubre de 2007

EL FARISEO Y EL PUBLICANO DOMINGO XXX DEL TIEMPO ORDINARIO


PRIMERA LECTURA
LECTURA DEL LIBRO DEL ECLESIÁSTICO 35, 15b- 17.20-22a
El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias. No menosprecia a nadie por ser pobre y escucha las súplicas del oprimido. No desoye los gritos angustiosos del huerfano ni las quejas insistentes de la viuda.

Quier sirve a Dios con todo su corazón es oído y su plegaria llega hasta el cielo. la oración del humilde atraviesa las nubes, y mientras él no obtiene lo que pide, permanece sin descanso y no desiste, hasta que el altísimo lo atiende y el justo juez le hace justicia.

Palabra de Dios

SALMO RESPONSORIAL (SALMO 33)
R.- El Señor no está lejos de sus fieles.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor, que se alegre su pueblo al escucharlo. R.-
En contra del malvado está eñ Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. Escucha, en cambio, al hombre justoy lo libra de todas sus congojas. R.-

El Señor no está lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. Salva el Señor la vida de sus siervos. No morirán quienes en Él esperan. R.-

SEGUNDA LECTURA
LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 4, 6-8. 16-18
Querido hermano:
Para mí ha llegado la hora del sacrificio y se acerca la hora de mi partida. He luchado bien en el combate, he corrido hasta la meta, he perseverado en la fe. Ahora sólo espero la corona merecida, con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día, y no solamente a mí, sino a todos aquellos que esperan con amor su glorioso advenimiento.

La primera vez que me defendi ante el tribunal, nadie me ayudó. todos me abandonaron. Que no se les tome en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado y me dió fuerzas para que, por mi medio, se proclamara claramente el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos. y fui liberado de las fauces del león. El Señor me seguirá librando de todos los peligros y me llevará salvo a su Reino celestial. a ël la gloria por los isglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.

EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18, 9- 14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás:
-- Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo." El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador." Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
Palabra del Señor


REFLEXIÓN

Un rey tenía dos hijos. Y con el propósito de conocer su interior y las intenciones profundas de su corazón. Les encomendó a cada uno una tarea diferente: al hijo mayor le pidió que buscara por todo el reino a la persona más perfecta y la llevara ante él. Y al hijo menor le pidió que buscara por todo el reino a la persona menos perfecta y también se la presentara.
Transcurrió una semana y los dos regresaron solos. El mayor se dirigió a su padre explicando: me has encomendado que vaya por todo el reino y encuentre a la persona más perfecta y lo he hecho, sólo que en mi recorrido ninguna persona ha quedado libre de defectos, a todos les he encontrado abundantes errores y pecados, por lo tanto me he presentado sólo, porque pienso que yo soy el más perfecto de todos.
Por su parte, el hijo menor dijo al rey: Padre, He hecho lo que me has pedido, sólo que al ir buscando y recorriendo el camino, me he dado cuenta que no hay nadie que no tenga alguna virtud; por lo tanto, me presento sólo ante ti, porque soy en todo el reino, la persona que tiene más errores y pecados.

Es la misma historia del fariseo y del publicano, es la misma historia que se repite y la recreamos en nuestras propias vidas. Las mismas trampas en las que hace siglos ha caído el hombre, son las que nos siguen envolviendo y engañando.
Por una parte: en la plegaria del fariseo podemos ver una actitud de autosuficiencia que va en dos direcciones; hacer notar las faltas de los demás para que no se noten las de él.
Destacar las obras de piedad que él realiza, para que no se vean las de los demás. Es como utilizar unos binoculares para agrandar las obras de piedad personales y los defectos de los demás y darles la vuelta para mirar mis defectos y las obras de los demás. Pues utilizándolos al revés, lo cercano se mira lejos y pequeño. Esta actitud, en el fondo dice: Señor: mira que lejos he llegado, apláudeme, dame un diploma, reconoce mis méritos y mi grandeza, mira lo que he logrado sin ti. Una postura que se deja vislumbrar por la perfección exterior, pero interiormente, no existe ni una pizca de conversión. Lucha por la perfección, pero su corazón está cerrado a la misericordia y al amor de Dios.
En la plegaria del publicano, nos encontramos una postura encorvada y adolorida por los estragos que ha hecho el pecado en su vida, ni siquiera es capaz de levantar la cabeza, apenas si balbucea, asume su responsabilidad, abre su corazón y se da cuenta lo que hay en él, siente vergüenza, se arrepiente desde sus entrañas, él no puede solo, necesita de Dios y que intervenga en su vida… cuando mira su vida y voltea a ver al Dios de la vida, es cuando se da la perfecta oración y encuentra sus frutos en ella, la misericordia y el perdón.
En esta ocasión la Palabra de Dios nos cuestiona a cerca de la postura que tenemos en la oración, ¿realmente hacemos oración o es una contabilidad de nuestras virtudes y de los pecados que no hemos cometido? O ¿llegamos con el peso de nuestros problemas y dificultades pero no somos capaces de dejar de mirarlos para mirar a Dios? Cada vez que tenemos puesta la mirada en nosotros mismos inflándonos como palomitas de maíz o en nuestras cosas y no vemos hacia Jesús, dejamos de contemplarlo porque tenemos miedo soltarnos como Pedro en el agua, es cuando no hundimos en nuestros propios conflictos y nos enredamos en nuestras propias redes, pero cuando levantamos la mirada hacia Él, nos dejamos envolver por su amor, y nos abrimos a su misericordia, es cuando brota la auténtica oración que se da sólo cuando nuestra esencia se une a la presencia del que todo lo puede.
P. Raúl

1 comentario:

Arquitecto Javier Islas Salinas dijo...

Muy bellas reflexiones... Felicidades Padre Raul