
Comentario:
Nos hemos sentido amenazados en estos días por un virus, que nos ha puesto a todos de cabeza, paralizado al país y atemorizado al mundo. Ha sido eso: un simple virus que nos viene a decir cuan vulnerables y temerosos somos, que si bien parece ser que no es eso lo que termine con nuestra especie, si nos ha confrontado en muchos aspectos de nuestra vida personal y comunitaria. Y digo yo: -virus que no mata fortalece. Algo nos viene a enseñar esta cosa que hace poco tiempo no tenía nombre ni distinción alguna.
Tratando de volver a nuestra vida “normal” con todas las normas escrupulosas que hemos de atender, caigo a la cuenta (ya era hora) –de la presencia de Dios y su conexión profunda con su Pueblo, especialmente cuando se congrega para el culto de adoración en
Y es este punto, precisamente el que toca el Evangelio, a través de esta sencilla pero profunda parábola que todos podemos entender aunque no nos dediquemos a las labores del campo, tal vez al joven de hoy le llegaría muy bien el ejemplo de la tele y la corriente eléctrica; Así también hay que conectarnos a Jesús, que es el que nos da la energía para movernos en la vida.: la conexión de Dios con su Pueblo en Cristo verdadera Vid. La vida que el pueblo tiene es por la unión permanente con su Dios. Como la madre alimenta a través del cordón umbilical al niño que está en su vientre, así obtenemos de Dios esa vida. Si el cordón se rompe, se rompe en nosotros la fuente de la vida (a propósito, hoy festejamos también la vida que Dios nos da por medio de nuestras madres).
La comparación es extraordinaria, somos ramas que si no estamos unidos al tronco, simple y sencillamente nos secamos. Cada rama es distinta, tienen un número de hojas diferente, unas más torcidas, otras apuntan a los lados, algunas al cielo, otras para abajo. Cada una es especial, pero lo importante es que cada una está unida al tronco. Tal vez entre los cristianos hay también muchas diferencias, no todos apuntamos hacia donde mismo, vemos las hojas desde diferente ángulo, algunas veces se retuerce nuestro camino, hay otras que están resquebrajadas y los sostiene una pequeña unión, que peligra con el vaivén de los vientos o las tempestades, pero muchas veces logran sostenerse y se van incorporando poco a poco. Hay otras que se ven tan erguidas e imponentes pero están huecas por dentro.
Mientras no dejemos de alimentarnos de la savia de Cristo, no moriremos. La permanencia en su amor es lo que nos sostiene incorporados a su cuerpo. Si eres una rama que ya no soporta el peso del tiempo ni el golpe de las tormentas, aferrarte al tronco que te sostiene, ese tronco es Jesús. Si eres una rama que se encuentra enferma por dentro: permanece unido a Cristo, que impulsa su savia por tus venas, hasta tu corazón y llena tus vacíos. Si eres una rama que no soporta el roce de otras ramas y se aburre de sus hojas: nútrete más de Cristo, para que tu vida florezca y de alegría y perfume a los demás.
Llamados a dar fruto.

El fruto es el producto que podemos saborear después de un largo proceso, el resultado de un esfuerzo realizado, es la recompensa a la perseverancia, que a todos nos gusta disfrutar. Somos llamados a dar fruto en Cristo. El fruto de Jesús y el fruto nuestro es el mismo fruto, como lo es el mismo fruto de la rama y del tronco gracias a una unidad perfecta y vital.
Si cualquier padre de familia utiliza este método, sus hijos encontrarán el tesoro del arca perdida de la vida. Porque en el trabajo está el servicio, en el servicio el amor y el amor es el fruto dulce de Dios en nosotros.
¡Día de las Madres!
Este domingo tiene un tinte especialmente tierno y sentimental para muchos. Es 10 de Mayo día de las madres. El árbol de nuestra vida no sería posible sin este maravilloso nudo que está entre Dios y nosotros. Nuestras madres. En ellas contemplamos la ternura y la fuerza de Dios, la cercanía del amor de Dios que es limpio, desinteresado y comprometido. En ellas podemos comprender el verbo “permanecer” que nos pide Jesús que conjuguemos. anecer en cada etapa, en cada estación del año haga frío o calor, en cada hora del día o de la noche. Se conjuga en ella:
Que como María, cada madre ofrezca sus frutos a Dios. y que sus esfuerzos y trabajos en su tierra fecunda, se vean siempre recompensados. Muchas felicidades!!!.
P. Raúl
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